CATALINA DE ARAGÓN
Retratada por Lucas Horenbout, 1525 |
Catalina de Aragón fue una princesa española, fue reina de Inglaterra y la primera esposa del rey inglés Enrique VIII.
Catalina nació el 15 de diciembre de 1485 en el Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, la hija menor de los reyes católicos, Fernando II de Aragón (r. 1479-1516) y de la reina Isabel de Castilla (1451-1504).
La describían como la más parecida a su madre, por su carácter y físico, tenía la piel muy blanca, pelo castaño rojizo, ojos claros, no muy alta y manos pequeñas. Fue educada esmeradamente por sus padres, destacando en arte, derecho canónico y civil, aritmética, literatura clásica, historia, filosofía, genealogía y heráldica, latín, religión y teología, cetrería, danza y música.
La describían como la más parecida a su madre, por su carácter y físico, tenía la piel muy blanca, pelo castaño rojizo, ojos claros, no muy alta y manos pequeñas. Fue educada esmeradamente por sus padres, destacando en arte, derecho canónico y civil, aritmética, literatura clásica, historia, filosofía, genealogía y heráldica, latín, religión y teología, cetrería, danza y música.
LAS ALIANZAS
La realidad política de Europa hacía necesario que los reyes buscaran aliados en contra de sus enemigos. Los reyes católicos querían aislar a Francia, por lo que la unión con Inglaterra era ideal. Las negociaciones con Enrique VII comenzaron en 1488, el primer rey de una nueva dinastía, los Tudor.
La manera popular para ratificar la alianza era comprometieron en matrimonio a los hijos de ambos reyes, Catalina de 4 años y Arturo de 3 años. El acuerdo oficial se estableció en el Tratado de Medina del Campo del 27 de marzo de 1489.
El rey Fernando prometió una gran dote para su hija, la fortuna de 200.000 coronas, ayuda imprescindible para una Inglaterra que estuvo sumida en una grave guerra civil.
La primera boda fue por poderes, el 19 de mayo de 1499, Catalina tenía 14 años y Arturo 13. La partida de Catalina a Inglaterra se demoró varias veces debido a las muertes de hijos y dos nietos de los reyes católicos. Recién viajará en 1451, sin sus padres, desde La Coruña hasta Plymouth, en una complicada travesía por mar que duraría un mes.
Al llegar fue recibida con todos los honores, realizando muchas paradas antes de llegar a Londres, donde sería el enlace. El rey Enrique VII y Arturo estaban tan impacientes que salieron a su encuentro a mitad de camino, algo poco protocolar.
Catalina cautivó a la corte y al pueblo inglés, incluso Tomás Moro escribió palabras muy sentidas sobre Catalina, lo mismo que William Shakespeare.
Se casaron finalmente el 14 de noviembre de 1501 en la catedral de San Pablo.
La joven pareja vivió en el castillo de Ludlow, en Gales, pero al poco tiempo ambos contrajeron la enfermedad conocida como "sudor inglés". Arturo, de salud siempre frágil, murió el 2 de abril de 1502, con tan solo 15 años. Catalina sobrevivió, pero era viuda a los 16.
Los próximos años sería duros para ella, llegó a vender posesiones personales para mantenerse, ya que no se definía cuál sería su futuro.
Gracias a su gran educación, su padre Fernando le entrega credenciales como embajadora, luego de que el embajador español en Inglaterra renunciara, convirtiéndose en la primera embajadora de la historia europea, eligiendo luego al nuevo embajador de acuerdo a las condiciones que ella impondría.
El tiempo apremiaba, y ni Fernando, ni Enrique VII, estaban dispuestos a perder las ventajas políticas de la alianza familiar, e Inglaterra tampoco quería perder la dote de Catalina, por la que ya habían pagado la 100.000 coronas, cuya otra mitad debía ser abonadas a los 6 y 12 meses del frustrado matrimonio.
Se presentaron tres alternativas para Catalina, que volviera a España y le consiguieran otro marido, pero el rey Fernando no quería perder la alianza en contra de Francia; casarla con su suegro, que había quedado viudo, pero la reina Isabel la católica se opuso radicalmente; la tercera posibilidad era casar a Catalina con Enrique, el segundo hijo del rey inglés y ahora heredero al trono, que tenía 12 años, por lo tanto debían esperar unos años.
La iglesia católica prohibía casarse con la esposa de un hermano, pero Catalina aseguró hasta su muerte, que jamás había consumado su matrimonio con Arturo, debido a la juventud y al carácter enfermizo del príncipe, hecho que fue certificado por el papa Julio II, quien había concedido una dispensa para el casamiento para tranquilidad de todos.
LA BODA CON ENRIQUE
Catalina y Enrique ser casaron finalmente el 11 de junio de 1509 en la iglesia de los franciscanos de Greenwich, en una ceremonia privada. A la boda real siguió un espléndido banquete en Westminster Hall y una ronda de torneos medievales que duró una semana.
El rey Enrique VII había muerto en abril de ese año, por lo su hijo se convirtió en Enrique VIII de Inglaterra el 24 de junio de 1509 y Catalina en su reina consorte.
Enrique, de 18 años, tenía una figura alta y atlética y un carácter encantador aunque enérgico. Catalina, de 24 años, también tenía sus encantos y era considerada una belleza, era muy culta y, aunque su inglés era poco fluido, dominaba el francés, el latín y el alemán, además de su español nativo, por lo que el rey Enrique VIII se apoyaba en ella para consejos políticos y tratar con embajadores gracias a su cultura y experiencia.
Enrique escribió en una carta a su suegro: "Mi esposa y yo estamos tan enamorados como pueden estarlo dos criaturas" (citado en Ralph-Lewis, 88).
Catalina era además una gran mecenas renacentista, manteniendo gran amistad con grandes pensadores como Tomás Moro, Erasmo De Rotterdam, y Juan Luis Vives. Dotó de cátedras a las universidades de Cambridge y Oxford, dio becas a estudiantes pobres a los que seguía sus avances, todo esto la hacía una persona muy popular en su reino.
Pero el principal deber de una reina era dar un heredero, y el principal objetivo de Enrique era producir un heredero varón para perpetuar la dinastía Tudor. Catalina cumplió dando a luz a seis hijos en nueve años, pero ninguno de ellos sobrevivió a la infancia, excepto una niña, María, nacida el 18 de febrero de 1516. Catalina dio a luz a una niña muerta en 1510, un hijo que nació en 1511 pero que murió a los 52 días, un segundo hijo que llegó en 1513 pero que murió a las pocas horas de nacer, y un tercer hijo que nació muerto en 1514. Después de María, una hija nació muerta en 1518. La insignia personal de la reina, una granada, símbolo tradicional de la fertilidad, estaba resultando ser una elección totalmente inadecuada.
Catalina se ocupará personalmente del cuidado y educación de su hija María, tal cual lo habían hecho sus padres con ella y sus hermanos, y estaba convencida de que podría ser perfectamente una gobernante, algo que no compartía Enrique, ya que en la historia de Inglaterra solo había habido solo una reina, Matilde en el siglo XII, además la Tudor era una dinastía recién creada, en un país que vivía de guerra en guerra.
Enrique se va separando de Catalina, mostrándose con sus amantes de manera pública, y hasta tuvo un hijo ilegítimo, Enrique Fitzroy, duque de Richmond (nacido en 1519), con su amante Elizabeth Blount.
El rey culpaba a Catalina por no producir un heredero varón sano y legítimo. No ayudó el hecho de que los seis partos hubieran hecho mella en el físico de Catalina: la reina había envejecido, perdido su figura y su cabello se había vuelto prematuramente gris. Además, Catalina se volcó cada vez más en la religión, dedicando su tiempo a la oración e incluso a veces llevando un cilicio como los ascetas.
Ya con 40 años, las posibilidades de tener un hijo sano eran escasas. Enrique comenzó a buscar una segunda esposa, más joven y emocionante, aunque liberarse de la primera, su llamado «gran asunto», resultaría mucho más difícil de lo que podría haber imaginado.
Enrique VIII h. 1537, por Hans Holbein el Joven. |
EL DIVORCIO
Hacia 1526, Enrique VIII comenzó a fijarse en una de las damas de compañía de Catalina, una tal Ana Bolena, hermana menor de María, otra de sus amantes. Ana, lo suficientemente inteligente, se negó a dormir con el rey mientras no estuvieran casados. Para ello, Enrique escribió una carta al Papa Clemente VII en 1527, en la que sugería que la falta de un heredero varón era un castigo de Dios por haberse casado con la mujer de su difunto hermano, un argumento apoyado por el Antiguo Testamento, en la "Prohibición del Levítico", dice: Si un hombre toma la mujer de su hermano, comete una maldad; ha descubierto la desnudez de su hermano. Estos no tendrán hijos. (Levítico 20:21)
El rey deseaba que el Papa anulara el matrimonio ya que el divorcio no estaba permitido en la Iglesia Católica. Enrique encomendó el cumplimiento de su objetivo a un solo hombre: el cardenal arzobispo de York, Thomas Wolsey (1473 - 1530), único ministro del rey y titular del cargo más alto del país.
Wolsey no lograría sus objetivos pero poco podía hacer contra un Papa que no necesitaba ni apoyo político ni financiero de Inglaterra. Por el contrario, ya que si un Papa excomulgaba a un monarca, en teoría, cualquier monarca rival podría desafiar su derecho a gobernar, lo que podría llevar a una invasión de Inglaterra por parte de una potencia extranjera.
Enrique también se enfrentaba al problema de que Catalina era mucho más popular entre sus súbditos que Ana Bolena. Debía tener cuidado de no crear un pretexto para ninguna revuelta popular en su reino. Catalina contaba además con poderosos partidarios en la corte, que simpatizaban con su causa, entre ellos estaban el marqués de Exeter, lord Darcy y lord Hussey. Otro problema era que, en Inglaterra, las disputas matrimoniales se trataban en tribunales eclesiásticos y, si Enrique convocaba un tribunal de este tipo, estaría dirigido por el arzobispo de Canterbury, William Warham, que se oponía rotundamente a un divorcio real.
Retrato basado en uno que ya no existe |
Finalmente Wolsey fue acusado de traición, muriendo camino al juicio en 1530. Desgraciadamente para Wolsey y Enrique, el Papa Clemente VII estaba muy interesado en mantener el favor del soberano más poderoso de Europa en ese momento, el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V de España, que era, además el sobrino de Catalina. Además, era poco probable que Catalina y Arturo, hubieran dormido juntos, por lo que la "Prohibición del Levítico" no se aplicaba en este caso. Por último, otro pasaje de la Biblia, esta vez en el Deuteronomio, parecía contradecir el Levítico y decía: Cuando hermanos habitaren juntos, y muriere alguno de ellos, y no tuviere hijo, la mujer del muerto no se casará fuera con hombre extraño; su cuñado se llegará a ella, y la tomará por su mujer, y hará con ella parentesco. (Deuteronomio 25:5)
Para buscar alguna solución, el Papa envió al cardenal Lorenzo Campeggio a Inglaterra para investigar y presidir un tribunal especial en junio de 1529. Tanto Catalina como Enrique presentaron sus respectivos casos. Catalina fue al primer día del juicio, el 18 de junio de 1529, declaró formalmente que este tribunal no tenía derecho a escucharla, primero por el lugar por ser hostil, segundo por contar con jueces parciales, y tercero porque se celebraba un juicio mientras seguía la causa pendiente en Roma, bajo la decisión del Papa.
A pesar de los esfuerzos de Campeggio, nada se resolvió.
Cuando Thomas Cromwell (1485-1540) sustituyó a Wolsey en las riendas del «gran asunto», los deseos de Enrique llegaron a su conclusión lógica: Inglaterra tendría su propia Iglesia, libre de las obligaciones de Roma. Enrique se aferraba a su interpretación de la Biblia, una autoridad superior incluso a la decisión de un Papa. Nacería así la Iglesia Anglicana, otra iglesia protestante, parte de la Reforma.
Con la aprobación de la Ley de Restricción de Apelaciones por parte del Parlamento (redactada por Cromwell), Catalina se vio sin posibilidad de interponer recurso alguno. La decisión era definitiva. La anulación y la aprobación por el Parlamento del Acta de Sucesión (30 de abril de 1534) significaron que la hija de Catalina, María, fue declarada ilegítima. A Catalina se le prohibió utilizar el título de «Reina de Inglaterra» y tuvo que usar en su lugar el de «Princesa Viuda de Gales».
Como castigo, Enrique fue separar a Catalina de su hija María en 1531 y trasladarla por el país a varias residencias ruinosas. Madre e hija no volverían a verse de nuevo.
Mientras tanto, Enrique y Ana Bolena vivían juntos (pero no dormían juntos). En algún momento de diciembre de 1532, Ana, quizá viendo un bebé como la mejor y única manera de librarse de su rival Catalina, durmió con el rey y quedó embarazada. Ahora, sin embargo, todo el asunto había estallado en un importante desacuerdo religioso con consecuencias mucho mayores que la de quien sería el heredero de Enrique.
Con la nueva iglesia anglicana, la iglesia de Inglaterra anuló formalmente el primer matrimonio de Enrique el 23 de mayo de 1533.
Ana Bolena, a menudo llamada «Ana de los mil días», se había casado con Enrique en secreto el 25 de enero de 1533, pero solo gozó de un breve mandato como reina del corazón del rey.
Fue coronada reina el 1 de junio de 1533 y Enrique tuvo una segunda hija con ella, Isabel, nacida el 7 de septiembre de 1533, pero el rey volvería a casarse cuatro veces más.
Su tercera esposa, Juana Seymour, le daría al rey un hijo, Eduardo, nacido el 12 de octubre de 1537.
LOS ÚLTIMOS AÑOS
Catalina, por su parte, estaba recluida en su residencia de Buckden en Cambridgeshire desde 1533 y en Kimbolton después de 1534. En 1536 y con la salud deteriorada, la antigua reina escribió una última carta al rey Enrique, al que no había visto en cinco años:
Mi muy querido señor, rey y esposo: aproximándose la hora de mi muerte, el amor que os profeso me obliga a recordaros que la salud de vuestra alma debe ser por vos preferida a todas las otras consideraciones del mundo y de la carne, por las que a mí me habéis hecho sufrir grandes calamidades, padeciendo vos también preocupaciones muy hondas por ellas. Por mi parte os perdono y ruego a Dios que igualmente os perdone. En cuanto a lo demás, os encomiendo a nuestra hija María, suplicándoos seáis un buen padre para ella, tal y como yo siempre deseé que lo fuerais. Finalmente quiero jurar que mis ojos os desean por encima de todas las cosas. Adiós. Catalina, Reina de Inglaterra. (Ralph Lewis, 96)
El uso de su título original para cerrar la carta fue un último acto de desafío hacia su antiguo marido. Catalina, consumida por la falta de alimentación y atormentada por el cáncer de estómago con metástasis, murió a los 50 años el 9 de enero de 1536 en el castillo de Kimbolton, cerca de Cambridge. Fue enterrada en la catedral de Peterborough. No recibió honores de reina, sino de princesa viuda de Gales, no permitieron que fuera su hija, y por su puesto que tampoco fue el rey, pero sí fue una multitud a despedirla.
A día de hoy su tumba sigue recibiendo ofrendas de flores y tarjetas y cada 29 de enero se celebra una misa católica en su honor, algo especialmente insólito por tratarse de una iglesia anglicana.
Tan solo cuatro meses después, Ana Bolena era ejecutada y su hija Isabel declarada bastarda.
Enrique VIII se casó seis veces en total, pero solo su tercera esposa, Jane Seymour, le daría al rey un hijo, Eduardo, nacido el 12 de octubre de 1537, quien será rey, pero solo por seis años.
La hija de Catalina, María, finalmente se convertiría en reina por derecho propio, coronada como María I de Inglaterra en 1553, tras la muerte de su hermano. Reinó reinó hasta 1558, cuando la sucedió su media hermana Isabel I de Inglaterra, hija de Ana Bolena.
Fuentes:
https://www.worldhistory.org/trans/es/1-18860/catalina-de-aragon/
Podcast Mujeres con Historia, Spotify
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/catalina-aragon-repudiada-por-rey-amada-por-pueblo_16595
Imágenes de Google
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