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Curiosidades de la Historia

 ¿POR QUÉ LAS NOVIAS VAN DE BLANCO?

La tradición de vestir ese color la encontramos no muy lejana a nuestros tiempos, concretamente con la reina Victoria del Reino Unido como protagonista, a mediados del siglo XIX.

Los primeros indicios de los vestidos de boda fueron en la antigua Mesopotamia del tercer milenio antes de Cristo. En dicha sociedad exhibían a las futuras esposas, en un «mercado de solteras» donde esperaban ser compradas. Para ser elegida se vestían con sus mejores ropas y adornos. 

Fueron los chinos los primeros en elaborar trajes específicos para el enlace, los cuales debían seguir unas normas determinadas como vestir batas negras con metidos rojos sobre una prenda interior blanca visible. Tras la Dinastía Han (206 a. C. hasta el 220 d. C) se añadieron colores según las estaciones del año: negro en invierno; verde en la primavera; rojo en verano y amarillo durante el otoño. 

En las culturas de la América precolombina las novias se adornaban con joyas de oro y se pintaban el cuerpo en un rito que pedían fecundidad al Sol y a la Luna.
Las costumbres mayas esperaban que la novia llegara virgen al matrimonio, pero según el cronista y sacerdote español Francisco López de Gómara las costumbres diferían. Generalmente los hombres prefirieran que sus mujeres no llegaran vírgenes para asegurarse «experiencia», en caso contrario se llegaban a ofrecerla antes de la boda para que se la «corrompiese». En Venezuela era el sacerdote quien se encargaba de ello, mientras que en Nicaragua, a pesar de que los hombres tenían varias mujeres, algunas veces eran ellas las que escogían al marido. 

Durante la Edad Media, en Europa los matrimonios se consideraban más contratos de intercambio y transmisión de propiedades que por simple amor, y elegían la fecha de la boda cerca del primer baño de mayo, de esta forma mejoraban sus olores corporales. En cuanto al color, las mujeres que se lo podían permitir vestían con terciopelo, seda en tonos oscuros y llamativos con el azul, rojo y verde como preferidos.

Durante el Renacimiento los vestidos de novia seguían las modas vigentes. Las familias humildes se conformaban con estrenar un traje que reutilizarían para poder realizar sus tareas diarias, mientras que las de clase alta lucían telas de oro y plata
El color del vestido tenía un sentido simbólico, ya que el azul representaba el amor verdadero imperecedero y la pureza; el rojo prosperidad y felicidad, especialmente en los países asiáticos, ya que en occidente se le relacionaba con la prostitución; el amarillo manifestaba el pesar por quien la desposa; el color gris significaba que se iría muy lejos; el color café que siempre vivirá en la ciudad donde residía y el color verde, a pesar de variantes según el país, manifestaba la pena de ser vista, aunque para algunas culturas significa promiscuidad. Obviamente, la novia nunca se vestía de negro, color reservado al luto desde los tiempos de la antigua Roma, excepto cuando en 1660, la infanta María Teresa de España usó ese color el día de su enlace matrimonial con Luis XIV de Francia, toda una declaración de intereses, ya que eran primos-hermanos por doble línea, y su entrega como prometida del rey se formalizó en Irún (Isla de los Faisanes). 

EL VESTIDO BLANCO: La princesa Philippa de Inglaterra fue la primera dama de la realeza europea en usar el color blanco en su matrimonio con el Rey Eric de Escandinavia en 1406, y cien años después, la Reina de los Escoceses, María, lo usó para su boda con el futuro Rey de Francia en un acto de rebeldía al considerarse el blanco color de luto en Francia. La princesa Carlota de Gales llevó ese color en su enlace en 1816.
Pero el blanco se popularizó gracias a la boda de la reina Victoria de Inglaterra, de tan solo 20 años, con su primo, el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, el 10 de febrero de 1840.  Ella era la nieta de Jorge III e hija única del duque de Kent, y contrajeron matrimonio en la Capilla Real del palacio de Saint James, casada sin dudas por amor, y así lo refleja en sus diarios personales.
Boda de la Victoria y Alberto, Robert Hayter, 1840
“Victoria eligió llevar blanco principalmente porque era el color perfecto para destacar el delicado encaje [de su vestido de novia]”, como definió la biógrafa Julia Baird.
La reina impuso la norma, que también se convirtió en tradición, de “pedir que nadie más llevase blanco al enlace”, excepto sus damas de honor.
Es decir, que ir de blanco se consideraba un símbolo de riqueza: el color demostraba que la familia podía permitirse limpiar el vestido.
La reina Victoria quería apoyar a la industria británica, por lo que ella y su equipo de consejeros le dieron más importancia al simbolismo de los materiales del vestido de boda que al propio color: el raso color crema se tejió en Spitalfields, el centro histórico de la industria de la seda londinense, y el encaje tejido a mano de Honiton se escogió para impulsar la industria de la puntilla y el encaje (aunque se dice que el patrón empleado para su vestido de boda fue destruido para que nadie pudiese copiarlo) . 
El vestido estaba adornado con azahar (un símbolo de fertilidad) y arrastraba una cola de más de cinco metros. En vez de corona, Victoria optó por una sencilla guirnalda de azahar y mirto (que desde entonces ha figurado en cada boda real británica). Unos pendientes de diamantes turcos y un broche de zafiro (regalo de Alberto) complementaban el conjunto. Victoria calzaba slippers planos de raso blanco. El pelo, con raya al medio, estaba recogido en dos moños bajos, uno en cada lado de la cabeza.

Aunque no hay fotografías de la boda –todavía faltaba una década para que la fotografía estuviese lo bastante avanzada para cubrir eventos así–, la blanca elección de Victoria recorrió el mundo gracias a los periódicos de la época, las ilustraciones y grabados de la ceremonia, y los souvenirs del evento. Luego de 14 años de aquel día, la reina Victoria y el príncipe Alberto recrearon la boda delante de la cámara de un fotógrafo. Asimismo, el blanco lucía bien en las primeras fotos en blanco y negro o en tonos sepia.
       

Su largo reinado, impregnado de puritanismo, asociaron aún más si cabe el color blanco con la inocencia y la moralidad. 
Así como hizo famoso el color blanco para las bodas, al quedar viuda después de 21 años, la reina erá conocida por vestirse el resto de su vida de color negro.
Cuando Victoria murió en enero de 1901, fue enterrada con su velo de boda sobre el rostro.


Fuentes: 
https://franciscojaviertostado.com/2021/05/06/y-la-novia-se-vistio-de-blanco/
https://www.revistavanityfair.es/realeza/bodas-reales/articulos/bodas-royal-reina-victoria/30258
Imágenes de Google

 

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