LA CIUDAD MONTEVIDEO ANTIGUA
MULTAS EN LA CIUDAD COLONIAL
Fuente: https://www.raicesuruguay.com/raices/schinca.html
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MULTAS EN LA CIUDAD COLONIAL
Podemos conocer detalles de la vida colonial de la ciudad de Montevideo gracias al estudio de las disposiciones adoptadas por el Cabildo de la ciudad.
Así, nos enteramos de que se multaba con cuatro pesos (que entonces no era cantidad despreciable) a los vecinos que circularan por las noches sin farol o candil, para obligarlos a darse a conocer en en una ciudad que vivía casi en las tinieblas.
Pero mucho más cara era la multa para quienes viviesen “amancebados”, es decir, a los que estaban en pareja sin estar debidamente casados: cincuenta pesos o cuatro meses de trabajo obligatorio.
Los que llevaban cuchillo encima debían pagar 25 pesos de multa o cumplir dos meses de trabajo.
Como el estado de las calles era desastroso, se creó un impuesto que debían pagar todos los vecinos en proporción a sus ingresos; lo que resultaba muy fácil de calcular porque era una ciudad poco poblada, y todos conocían las actividades de todos.
Los carreros, por su parte, tenían que contribuir con un viaje gratis de acarreo de piedras, y por último, los que se hallaban presos en ese momento debían trabajar como peones en la construcción y arreglo del pavimento.
El Cabildo creó, por primera vez en Montevideo, un lugar de aislamiento para los enfermos infecciosos; y también dispuso alejar a los muertos del centro de la ciudad. Hasta entonces, se los enterraba junto a las iglesias, conventos u hospitales. Pero el Cabildo consultó a los médicos de la época (sus nombres: José Giró, Cristóbal Martín Montúfar, Juan Giménez y Francisco Jurado), quienes coincidieron en recomendar el traslado de los lugares de enterramiento a un sitio bien alejado de la ciudad. Así lo hizo el Cabildo, quien eligió, como “lugar bien alejado”, las actuales Andes y Durazno, que entonces era un punto solitario de extramuros.
Así, nos enteramos de que se multaba con cuatro pesos (que entonces no era cantidad despreciable) a los vecinos que circularan por las noches sin farol o candil, para obligarlos a darse a conocer en en una ciudad que vivía casi en las tinieblas.
Pero mucho más cara era la multa para quienes viviesen “amancebados”, es decir, a los que estaban en pareja sin estar debidamente casados: cincuenta pesos o cuatro meses de trabajo obligatorio.
Los que llevaban cuchillo encima debían pagar 25 pesos de multa o cumplir dos meses de trabajo.
Como el estado de las calles era desastroso, se creó un impuesto que debían pagar todos los vecinos en proporción a sus ingresos; lo que resultaba muy fácil de calcular porque era una ciudad poco poblada, y todos conocían las actividades de todos.
Los carreros, por su parte, tenían que contribuir con un viaje gratis de acarreo de piedras, y por último, los que se hallaban presos en ese momento debían trabajar como peones en la construcción y arreglo del pavimento.
El Cabildo creó, por primera vez en Montevideo, un lugar de aislamiento para los enfermos infecciosos; y también dispuso alejar a los muertos del centro de la ciudad. Hasta entonces, se los enterraba junto a las iglesias, conventos u hospitales. Pero el Cabildo consultó a los médicos de la época (sus nombres: José Giró, Cristóbal Martín Montúfar, Juan Giménez y Francisco Jurado), quienes coincidieron en recomendar el traslado de los lugares de enterramiento a un sitio bien alejado de la ciudad. Así lo hizo el Cabildo, quien eligió, como “lugar bien alejado”, las actuales Andes y Durazno, que entonces era un punto solitario de extramuros.
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