Luego de la muerte del emperador Teodosio, en el año 395, el Imperio Romano se dividió en dos partes, el Imperio Romano de Occidente, con la capital en Roma, y el Imperio Romano de Oriente, con la capital en Constantinopla, la cual se había fundado sobre las ruinas de una colonia griega llamada Bizancio, de ahí que este imperio en oriente se conocerá como Imperio Bizantino.
Mientras el Imperio Romano en Occidente cae en el siglo V bajo las invasiones bárbaras, el Imperio Bizantino resistirá unos mil años más, cayendo en el año 1453 bajo el poder de los turcos otomanos.
Bizancio también recibió invasiones, pero fueron menos graves que en Roma, permitiendo que continuara la unidad política, convirtiéndose en heredero de la cultura greco-latina, alcanzando su mayor esplendor bajo el reinado de Justiniano, entre los años 518 y 610
Justiniano logró extender su dominio mediante conquistas, siendo famoso por crear y recopilar leyes, en el Corpus Juris Civiles, juntando las normas jurídicas, penales y civiles, del derecho romano.
Justiniano gobernó con un poder centralizado, aunque rodeado de colaboradores, en especial su esposa Teodosia. Su poder era considerado divino, gobernando tanto en lo político como en lo religioso.
Quería restaurar el dominio cristiano en el Mediterráneo, extendiendo sus conquistas por el norte de África, Italia y parte de España, para ello combinaban las acciones militares con las diplomáticas, tratando de buscar el apoyo de un miembro de la familia reinante que quisiera mantener el poder.
Además de las conquistas, Justiniano produjo una renovación en el arte, destacándose las iglesias que eran decoradas con pinturas y mosaicos del emperador y de su esposa Teodosia, mostrando con ello la unión de lo divino y lo terrenal.
También construyeron acueductos, puentes y fortificaciones militares.
Santa Sofía |
También construyeron acueductos, puentes y fortificaciones militares.
Recreación de Constantinopla |
A partir del siglo XII el Imperio Bizantino comenzó a perder territorio en manos de los árabes musulmanes, pero se logró preservar un estado teocrático, con una burocracia centralizada, aunque en el año 1054 se produjo un cisma en la iglesia, separándose la iglesia de Roma y los ortodoxos de Constantinopla.
Finalmente, la caída del Imperio Bizantino se produce en el año 1453, pero su
cultura permanecerá en Occidente, ayudando a enriquecer al Renacimiento, movimiento cultural con el que comienza la Edad Moderna.
Fuentes: Libro Pensar la Historia, 1er año
AA.VV
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